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Hay algo mágico en la Casa del Limonero, un ingrediente que no se aprecia a simple vista y a la vez lo cambia todo. Tiene ... que ver con la mirada a largo plazo de los arquitectos de Iterare, Rubén Gutiérrez y Pedro Ponce, que querían que quienes vivieran en la casa fueran descubriendo el lujo del discurrir de los pequeños detalles invisibles a una primera mirada. Que van apareciendo cada día. Por ejemplo, cómo el recorrido del sol desde la mañana va dibujando un cuadro de luces y sombras en la blanca pared que cierra el patio, al que toda la vivienda tiene acceso. Cómo al abrir las ventanas atrás y adelante la brisa veraniega aligera el ambiente mientras crea otro prisma de blancos con el movimiento de las cortinas. O cómo la escalera, en el centro de la planta baja, es como una escultura de piedra caliza que incorpora diversos usos, desde un aseo, el recibidor y parte de la cocina, hasta un corredor oculto que la conecta con el comedor, convirtiéndose así en una especie de 'rotonda' que permite circular por la casa sin interrupción y al mismo tiempo diferenciar las zonas.
Rubén y Pedro, socios fundadores de Iterare Arquitectos, recibieron este encargo como un auténtico regalo. Dos hermanos les dieron la libertad absoluta para volver a la vida una casa ubicada en el distrito valenciano de Jesús, en la calle Carteros, en una isla de viviendas que se conoce por el nombre de La Previsora, y que proyectó el arquitecto Cayetano Borso di Carminati, el mismo que ideó el teatro Rialto o el edificio de Bombas Gens. Los propietarios habían heredado el chalé, cuya fachada está protegida por su valor histórico, así que el desafío que tenían por delante los profesionales de Iterare era enorme. «Para hacer una buena obra, es necesario, además del arquitecto, un buen constructor y un buen cliente. Porque por más que plantees un proyecto maravilloso, si al cliente no le interesa o no lo entiende no hay nada que hacer», cuentan.
Y lo lograron. «No podíamos hacer cualquier cosa. Teníamos un patio trasero único, y fue ese elemento el que definió todo el proyecto, porque las soluciones tienen que estar adaptadas a cada espacio». Así, no hubo unas enormes cristaleras que se abrieran al exterior, sino que idearon algo más sutil. De hecho, esta vivienda está llena de esas pinceladas de sencillez que se han conseguido a base de soluciones muy reflexionadas. Como el hecho de que no haya puertas en la planta baja porque no las necesita, pero a la vez haya un sentido de la separación y de la unidad.
Nacido Pedro en Albacete, en Zaragoza Rubén, su punto de encuentro fue la Escuela de Arquitectura de Valencia, donde comenzó un camino de vocación. Al mismo tiempo que desarrollan juntos el ejercicio de la profesión, cada uno tiene sus espacios, Pedro como docente e investigador en la universidad y Rubén en una faceta más artística, bajo el seudónimo de Ben Gutiérrez.
Hay otra característica de la vivienda que le añade ligereza, y es que todo el proyecto se ha basado en el uso de sólo tres materiales, la piedra, la madera y el vidrio. De esta manera, se cuela como gran protagonista la luz, que ya imaginó Borso di Carminati en este proyecto de principios del siglo XX al estilo de ciudad jardín. De hecho, hay pocos ejemplos de viviendas con patios delanteros y traseros, que tan comunes son a otras culturas, y que en Valencia sólo están presentes en La Previsora y en las casas de los periodistas del inicio de Blasco Ibáñez. Rubén y Pedro ahondaron en esa idea inicial de Borso di Carminati para que la ventilación cruzada, con la brisa del este que llega desde el patio, transforme en verano la casa para ser vivida de otra manera, porque también cambia el baile de luces. «En verano las condiciones de confort son distintas y son experiencias que se van sumando».
En la planta superior se ha proyectado una especie de salita a doble altura conectada con una terraza. «Lo normal hubiera sido situar otra habitación, pero nosotros planteamos un espacio polivalente, para que mientras no tengas invitados puedas hacer uso de él, además de disfrutar de las vistas cada vez que subes la escalera».
Se habla de que la pandemia amplió y enriqueció la relación de las personas con las viviendas, que la forma de vivir las casas es distinta, aunque Rubén y Pedro creen que ese cambio está siendo muy gradual. «Muchos clientes siguen pensando en metrajes y habitaciones, pero para nosotros el lujo está en gestos que resuelven muchos retos a la vez», y habla por ejemplo de que planificar una habitación adicional que sólo se va a usar una o dos veces al año empobrece mucho el resultado.
Para los arquitectos de Iterare, hay cuestiones que aunque los clientes no detecten, sí se registran a nivel inconsciente. «La poesía de la arquitectura es el recuerdo, y vivir los espacios es llenarlos de momentos que van a perdurar, como si se tratara de música. Queremos crear una forma de vivir única, que se salga de lo común, sin que las obras tengan que llamar la atención. Salirse de las convenciones para hacer una vida tranquila y plena. Eso es el lujo», aseguran los socios de Iterare Arquitectos, que decidieron que el proyecto se llamara La casa del limonero por el árbol que, como esta vivienda, permanece y a la vez va cambiando con el paso del tiempo.
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