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Después de dieciséis años de espera y cientos de discusiones por el 'low cost', el aforo y hasta con denuncias administrativas por medio, el Tholos ... de 70.044 espectadores despierta arrastrando todavía algunas incertidumbres de difícil respuesta. Dos años y medio tiene el Valencia por delante para acabar de una vez por todas este Nou Mestalla que tanto debate y confusión ha generado. Con el préstamo de hasta 325 millones de euros todavía sin firmar (se devolverá precisamente a partir de 2027), no se sabe todavía cuánto va a costar este proyecto que se supone será el definitivo y que nada tiene que ver con el que encandiló a más de mil invitados en el Museo Príncipe Felipe en 2006. De aquel lujosísimo estadio del que tanto presumió Juan Soler, con una espectacular cubierta que representaría a todos los barrios de la ciudad, se ha pasado a un recinto infinitamente más ajustado pero casi igual o más disparado en cuanto a presupuesto. El club, como aproximación, cifra el montante global en más de 300 millones de euros, aunque no están cerradas las partidas, con el riesgo que eso siempre conlleva, más aún todavía con el equipo asomándose a la Segunda División y las consecuencias que a la larga podría suponer un batacazo de tal calibre. Si Peter Lim estará o no como máximo accionista en la inauguración en julio de 2027 es otra de las grandes incógnitas por resolver, más aún con el cambio de perspectiva que ha reconocido tener el propio Meriton en cuanto a la venta de sus acciones.
Algirós (1919-1923), Mestalla (1923) y ahora Nou Mestalla. El Valencia empieza a trabajar desde este viernes en un estadio que será «un faro de esperanza y ambición, vital para hacer realidad nuestras aspiraciones a medio y largo plazo, tanto dentro como fuera del campo», según decía la presidenta, que se atribuye como éxito la puesta en marcha de un proyecto que enterró una ATE, estuvo a punto de romper el pacto del Gobierno autonómico y que llegó a sacar de quicio a Ximo Puig cuando era presidente. «He abrazado este proyecto con una dedicación inquebrantable y me siento profundamente honrada de formar parte de este capítulo transformador», decía Layhoon.
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Fue un día cargado de autofelicitaciones. Alejados de los medios, de los aficionados y de la ciudadanía, Layhoon, Mark Fenwick y José Antonio Madrazo (director de España, Portugal y del área industrial de FCC) pusieron rúbrica al acta de replanteo y comienzo de obra. Un acto con una gran carga simbólica. «Lo ponemos en marcha con un proyecto definitivo, ambicioso y lleno de ilusión, que simboliza el futuro que queremos construir juntos», llegó a asegurar el arquitecto en su discurso, consciente seguramente en su fuero interno –porque lo ha vivido en sus propias carnes– que lo de «definitivo» y «ambicioso» en todo lo que envuelve a este estadio tiene bastante poca fiabilidad. Fenwick siempre ofrece curiosos discursos. «Queremos que este estadio sea un reflejo de la ciudad y la cultura de Valencia. Será un estadio verdaderamente mediterráneo, con terrazas que abren al mar dejando entrar la luz y el cielo de Valencia, con una cubierta que no solo protege, sino que además tamiza la luz para crear una atmósfera única mientras amplifica los cánticos y gritos de la afición». Con los colectivos vecinales en alerta –miedo al ruido y temor al tráfico– y con el Ayuntamiento en permanente tensión interna por todo lo que arrastra el 'entente cordiale' con el club, la futura casa del valencianismo «contará con una importante propuesta de entretenimiento los 365 días» gracias en parte a los «grandes eventos», con «más de 6.500 localidades de hospitalidad». En eso se basa principalmente el club para defender la arriesgada apuesta crediticia en la que se va a embarcar y que no expuso en la fallida junta de accionistas. «Supondrá un pilar fundamental en la generación de nuevas vías de ingresos y contribuirá a consolidar nuestro posicionamiento y proyección en las próximas décadas», defiende el club. La cubierta que tanto dio que hablar –se implementará una instalación fotovoltaica– corre a cargo de Schlaich Bergermann&Partner.
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